diumenge, 1 de juliol del 2012

Infancia en Grecia. Anfidromías


Niño con pelota
En la antigüedad griega (desde la época geométrica hasta la helenística) la vida en la ciudad se dividía entre la vida pública _que se caracterizaba por una enérgica religiosidad_ y la vida en común dentro de la familia y en el círculo de amigos y vecinos.

Tanto en el marco de la familia como en el de la vida pública, los niños aprendían desde muy temprano a considerar las fiestas y las ceremonias religiosas como una parte indisoluble de sus propias vidas y como un elemento característico del pueblo. Los niños asistían a todas las manifestaciones festivas que se celebraban en casa o públicamente. De esta forma crecen y se alimentan de un ideal religioso, de usos y costumbres, de actos culturales, de ceremonias y de la idea de filoxenia (H. Rühfel, Das Kind in der griechischen Kunst: von dem minoisch-mykenischer Zeitbis zum Hellenismus, Mayence, von Zabern, 1984)

La gran mortalidad, las consecuencias de las frecuentes guerras en la vida familiar de los antiguos griegos y los diferentes cambios políticos a lo largo de los siglos trajeron notables variaciones en la formación del ideal de educación y cuidado de los niños con el objeto de crear ciudadanos nobles y útiles. La visión era sustancialmente errónea respecto al futuro del niño y hasta el s. V los niños aparecen como pequeños adultos tanto en el arte como en las fuentes filológicas, mientras que gracias a los relatos de Platón, de Aristófanes (Lisístrata, 18-19) y de Aristóteles sobre el cuidado y la educación de los niños, se inició el descubrimiento de la infancia en la antigüedad, cuando el niño empieza a ser visto con sus propias características, con sus virtudes y sus debilidades. Evidentemente el niño no representaba un ideal social (por las muchas debilidades físicas e intelectuales que lo caracterizaban), su cuidado en el seno de la familia y el desarrollo de fuertes lazos afectivos eran importantes contribuciones a la seguridad tanto de la casa como de la ciudad, porque cada niño que nacía y sobrevivía era una parte de la sucesión y del futuro del pueblo (M. Golden, Children and Childhood in Classical Athens, 1993)

Imagen del gineceo
El término νήπιος (de pequeña edad) muestra la posición de la familia y de la sociedad frente a los niños: νήπιος es el que no comprende la lengua y la cultura de los adultos, mientras que el sustantivo παῖς tiene raíces indoeuropeas y significa pequeño o insignificante. Παῖς significa tanto niño como persona joven. Llaman παῖς al hijo propiamente del padre y τέκνον al propiamente de la madre. Los recién nacidos reciben el nombre de νεογνὰ βρέφη (niño recién nacido) y νεογνὰ τέκνα, mientras que la etapa de niño a adulto viene marcada por el sustantivo νεανίσκος (hombre joven) o μειράκιον (adolescente) (M. Golden, Children and Childhood in Classical Athens, 1993)

La antigüedad griega asociaba la infancia con el juego. Esto resulta evidente a nivel lingüístico en el sustantivo παῖς y otras palabras como: παῖγμα, παιγνία, παίγνιον (juego, juguete) o παιδιά (juego de niño; partida; deporte), que tienen sus raíces en el verbo παίζω (jugar) (M. Golden, Children and Childhood in Classical Athens, 1993)

Corona de olivo
Por lo general no hay términos específicos fijos para referirse a la infancia. Como ejemplo, en la Atenas de finales del s. IV a.C., ἔφηβος designa al hombre que ya ha hecho dos años de servicio militar, mientras que παῖδες designa a los jóvenes hasta los 17 o 18 años, es decir, antes de su inscripción en el Demos, cuando se convierten oficialmente en ciudadanos, y a las jóvenes antes de su matrimonio (M. Golden)

La más minuciosa colección de sustantivos que han entrelazado con la infancia en la antigüedad (para el género masculino) la hizo el Escoliasta de Aristófanes: βρέφος (bebé), παιδίον, παιδάριον (el niño ya camina y habla), παιδίσκος o παῖς (el niño que se encuentra en edad escolar), ἀντίπαις (el que empieza a ser más que un niño) o μελλέφηβος (quien está a punto de alcanzar la edad de la pubertad) o ἔφηβος o μειράκιον, μειράκις, νεανίσκος, νεανίας, etc. (M. Golden)

Otros términos que se pueden encontrar en las epopeyas o en otras obras de poesía son, p. ej., μικρός (en una comedia de Menandro) y μικκός (en una obra satírica de Esquilo), mientras que había también tópicos dialectales: κοραλίσκος (sinónimo de μειράκιον) en Creta, κοράσιον (pequeña, hijita) en Macedonia, etc. Platón y Aristóteles utilizaban frecuentemente los sustantivos παιδίον, παιδάριον (M. Golden). Hipócrates (en Filón, De Opificio Mundi, 36) divide la vida humana en 7 estadios, de los que los 4 primeros son: παιδίον de 0-7 años; παῖς de 7-14 años; μειράκιον de 14-21 años y νεανίσκος de 21-28 años. Aristóteles (Ret. II, 2-17), en cambio, la divide en 3 estadios, basándose en la aritmética, la astrología, en el número de las estaciones del año, etc. y hace una categorización general para que se pueda –conociendo los sentimientos y las acciones de las personas de las diferentes categorías de edades_ hablar públicamente ganando amigos y ejercer influencia en la opinión de muchas personas: en la juventud, en la madurez y en la vejez (M. Golden)

Niño con cisne
La vida social juega un papel central e importante en la vida de los hombres de la antigüedad y las diferencias entre dos tribus se hacían evidentes en la separación de sus obligaciones y cargos. Con esta concepción crecían los niños y, teniéndola  en cuenta, es posible que podamos comprender por qué inteligencias tan grandes como la de Platón y Aristóteles colocan a los niños al mismo nivel que los animales (el propio Platón colocó en el mismo grupo a los niños, a las mujeres, a los esclavos y a los animales; un grupo inferior socialmente al de los hombres, con la particularidad esencial de que es más proclive a los deseos, a las aflicciones y a los placeres, como por ejemplo a los dulces y a la música, y un ejemplo característico es que los bebés dejan de llorar con un trozo de miel) Esta es también la razón de que algunos verbos que se utilizaban en relación con los niños fueran sinónimos de acciones propias de los animales, como los verbos que indicaban el llanto infantil: βρυχάομαι (mugir) y βληχάομαι (balar) Los niños, las mujeres jóvenes y los ancianos, por tanto, comprenden mejor los deseos de los dioses en comparación con sus superiores socialmente hablando, como puso de manifiesto Sófocles en su obra Antígona (M. Golden)

Tanto Platón como Aristóteles refieren en sus obras Las Leyes (790e) y Política (IV, 15), respectivamente, las diferencias distintivas de la infancia y dan consejos prácticos para la instrucción y educación de los niños.
Platón hizo interesantes observaciones para el desarrollo de los niños y las necesidades de la infancia: aconsejó vendar a los niños desde el nacimiento hasta el segundo año de vida y que, hasta los tres años, se les diera a menudo el pecho. La etapa de los tres a los seis años se caracteriza por el juego con otros niños y por los juegos (o juguetes) que desarrollan la fantasía y la creatividad, como también por el comienzo de la adquisición de disciplina. También es interesante observar que Platón pone de manifiesto, por ejemplo, la delicadeza de la piel de los niños, que proviene de la mucha leche que beben, y que el hecho de ser inmaduros, inexpertos e inocentes los hace estar más cerca de los dioses y de los fenómenos de la naturaleza.

Imagen del gineceo

Aristóteles estudió a los niños con tanta atención que hizo una relación entre las características externas de la infancia y dio consejos para los diferentes períodos de edad, haciendo hincapié en que en la vida de un niño hay los siguientes períodos críticos: el 2º año de edad, el 5º, el 7º y el 14º. Algunos de sus consejos son: dar de beber a los niños, hasta los dos años, mucha leche y un poco de vino; ayudarlos en su ejercitación y educarlos duramente con el frío; desde los dos años hasta los cinco es bueno que se ejerciten en el juego, el cual, como también las historias que escuchen, conviene que sea controlado por instructores escolares (παιδονόμος), mientras que desde el séptimo año conviene por lo general protegerlos de las conversaciones e imágenes inconvenientes (Política, IV, 15) Algunas de sus observaciones fueron que, al principio, los niños no pueden en absoluto hablar y después llaman a cada hombre padre y a cada mujer madre hasta que aprenden a distinguir a sus padres y a hacer sus propios y característicos discursos; que el niño exhala un olor dulce hasta la efebía y de ahí en adelante su transpiración es salada y más intensa; que la voz infantil es más aguda que la de los mayores; que su manera de hablar seduce a los adultos y que las debilidades características de los niños pueden superarse, porque se encuentran en desarrollo. Por lo general, la infancia tiene tantas debilidades que nadie querría volver atrás; tiene una voluntad libre, pero no predisposición, y por eso los niños no pueden conocer las nociones de moral y del placer de la verdad; tiene una memoria corta y los muchachos son más excitables que los hombres, porque son biológicamente hablando más calientes y más húmedos (M. Golden)

Tanto Aristóteles como Platón creen que los niños tienen una mayor agitación interior que los adultos, no pueden mantener la calma por mucho tiempo y lloran con frecuencia; tienen un carácter inestable y son muy difíciles de domar; por lo general no pueden comprender ni razonar y, a menudo, dicen tonterías porque no tienen raciocinio.

Nacimiento. Relieve
El nacimiento de un niño era un acontecimiento que los miembros de la casa y de la ciudad afrontaban con gran temor, porque tanto la vida como la muerte acompañaban a la madre y al recién nacido. Los dolores y la sangre se relacionaban con la muerte; el nacimiento y la supervivencia de un niño comportaba responsabilidad para la familia y una garantía para el futuro de la misma y de la ciudad, mientras que la supervivencia de la parturienta comportaba la garantía del cuidado de los niños hasta los 7 años (a partir de esa edad pasaba a ser responsabilidad de la comunidad de hombres), y de las niñas hasta el momento de su matrimonio. La probable muerte de la madre o del niño en el parto convierte a todo el que haya estado en contacto con este fenómeno en impuro, por eso se protege la prosperidad, tanto de la casa como de la ciudad, así como también se protege de los malos espíritus y de los daimones a la futura madre, pintando todas las puertas con brea y disponiendo para ella un lugar caliente.

Cuando el recién nacido ha pasado con seguridad su primera prueba con peligro de muerte, es decir, vive y está sano (algunas formas de examen para constatar que el niño estaba sano eran: el baño del recién nacido con agua fría, con orina o, incluso, con vino), se identifica con su futuro papel en la vida de la ciudad para su bienestar y la continuación del mismo. Así, si el recién nacido era un niño sano, se colgaba en la puerta de la casa una corona de ramas de olivo; si era una niña, un lazo de hebras de lana. Estos objetos tenían una función protectora y un carácter apotropaico contra daimones y malos espíritus y jugarán un papel más tarde en su vida (las ramas de olivo se relacionan con las obligaciones o los cargos religiosos; la lana, con el telar que aguarda a la niña en el gineceo)

Desde el momento en que el nacimiento de un niño comporta una responsabilidad, no solo para la familia sino también para la propia ciudad, el acontecimiento adquiere un valor emotivo-sentimental, social y político. Es decir, el recién nacido constituye no solo un miembro de la casa, sino también de la ciudad, por esta razón, debe ser aceptado por el κύριος (cabeza de familia) y esta decisión tiene siempre relación con los poderes políticos, el sexo del niño (algunas veces se excluye a las niñas) y la importancia que tuviera el οἶκος (casa). La decisión debe tomarse siempre con la mirada puesta en la continuidad y en la buena fortuna de la casa y de la ciudad. En Atenas, el recién nacido era un ser social desde el principio porque era un miembro de la familia y ya, supuestamente, de una ciudad en la medida en que había nacido de ciudadanos, aunque no fuera un adulto que pudiera tomar decisiones y asumir responsabilidades (M. Golden)
 
Aceptación del padre
Con dos ceremonias, las Anfidromías y la Décima _ ἡ Δεκάτη _, se confirmaba la decisión del κύριος para la admisión oficial del niño en la familia. Con las Anfidromías, la familia _todos los miembros del οἶκος _ estaba obligada oficialmente a procurar la supervivencia de su hijo, a cuidar de su salud y de su bienestar. Con esta ceremonia, el niño pasaba automáticamente a formar parte de la comunidad _una cualidad que nunca podría perder_, dado que había sido aceptado por la casa cuyos miembros eran ciudadanos. Se celebraban de 5 a 10 días después del nacimiento como ritual purificador de la casa en que había tenido lugar el alumbramiento, como aceptación del niño en la familia y, frecuentemente, para darle un nombre. Este era el momento en que se colgaba de la puerta de la casa la corona de ramas de olivo o el lazo de hebras de lana, según el recién nacido fuera niño o niña., y se ofrecía a Ártemis la ropa que había utilizado la madre durante el parto. También se llevaba a cabo, además de la purificación de la casa, la de todos los que participan en la ceremonia mediante abluciones rituales y sacrificios; los parientes y amigos llevaban regalos _ amuletos para la protección del recién nacido y de la madre, alimentos, como pulpos, sepias y calamares, para contribuir al banquete, y vasos con imágenes de la vida de las madres y de los hijos en el gineceo. De esta manera, todos estaban dispuestos y sin contaminación para recibir al recién nacido y el padre podía, desnudo y llevando y levantando en alto al bebé, caminar alrededor del hogar de la casa (que es exactamente lo que significa la palabra anfidromía: caminar alrededor)

Imagen del gineceo
Las familias más ricas de Atenas y de las ciudades jonias celebraban la Δεκάτη, es decir, el décimo día después del nacimiento, en la que imponían oficialmente un nombre al niño. La Δεκάτη _ en comparación con las Anfidromías_ tenía un carácter más festivo: las mujeres danzaban y ofrecían sacrificios a los dioses, preparaban dulces especiales y podía tomar parte en esta ceremonia cualquier persona, aunque no perteneciera a la familia, que fuese invitada.

Los nombres que se daba a los niños podían ser compuestos: Ἡγησίστρατος (conductor del ejército); o relacionados con una característica del niño: Πύρρος (de cabellos rojos); o bien con un rasgo característico de su vida: Δίδυμος (gemelo); las niñas recibían el femenino de esos nombres: Ἡγησιστράτη, Πύρρα, Δίδυμα. Sin embargo, lo general era que los niños se llamaran con el patronímico: Ἡγησίστρατος, hijo de Ἡγησίας, del Demo de Κεφαλή; y raramente solo con el nombre de la madre, pues suponía casi un desprecio e implicaba obligatoriamente que el niño era huérfano de padre. No era, sin embargo, raro el uso del patronímico y del nombre de la madre juntos, mientras que, a finales del s. VI y en el último tercio del V, los niños recibían el nombre de sus padres, habitualmente aquellos que indicaban una característica suya. Un ejemplo se muestra en la estela funeraria de una niña sonriente que sostiene una muñeca con la inscripción: Melisto de Ctesícrates de Potamós (Μελίστω Κτησικράτος Ποταμίου, esto es, Melisto, hija de Ctesícrates del Demos de Potamós)

Estela de Melisto
El niño necesitaba, sin embargo, ser oficialmente aceptado también por la ciudad y esto se llevaba a cabo con su inscripción en las listas de la Fratría y con una ceremonia, las Apaturias, que duraba tres días y que, en Atenas y las ciudades jonias, se celebraba en otoño.

P.D. Queremos aprovechar este último post del curso para dos cosas:
1. Presentaros la nueva agenda para el curso MMXII-MMXIII, cuya novedad más visible es ser latina-griega, pero que tiene muchas más que os invitamos a descubrir en el enlace del margen, deseando siempre que os pueda ser útil;
2. despedir el blog hasta septiembre y desearos unas bien merecidas vacaciones.

FELIZ VERANO