diumenge, 15 de juny del 2008

Vesta y las vestales


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Vesta, Hestia para los griegos, era la diosa virgen y pacífica que representaba y sacralizaba la tranquilidad del hogar familiar, el cuidado de la familia y la obligación y costumbre ancestral de mantener el fuego del hogar siempre encendido. El fuego le está consagrado por su pureza y porque permanece incontaminado, es purificador.

El templo de Vesta era circular y elevado sobre un podio de unos 15 metros de diámetro, con una cella rodeada por veinte columnas corintias embebidas. El techo del templo era cónico y tenía una abertura para permitir la salida del humo. Dentro de la cella no se encontraba la estatua de culto, sino sólo el fuego sagrado.

Ovidio Fasti VI Durante mucho tiempo, ¡tonto de mí!, he creido que existían imágenes de Vesta. Después me he enterado que bajo la curvada cúpula de su templo no había ninguna. Lo que en el santuario se oculta es el fuego inextinguible: ni el fuego ni Vesta tienen imagen alguna.

Seguramente habría alguna imagen de Vesta delante del templo, pues el propio Ovidio en Fasti III dice que la estatua de Vesta se cubrió los ojos cuando la vestal Rea Silvia fue madre. Se sabe que en el atrio del templo de Vesta se hallaba la imagen de un falo, FASCINUS que representa la fuerza masculina de la generación. Según algunas leyendas que nos transmite Plutarco los fundadores de Roma serían hijos de una virgen y de un falo fantasmal que salió del fuego. Y el mismo origen habría tenido Servio, que nació de una vestal o de una esclava y de un falo aparecido entre las cenizas del hogar del rey Tarquinio Prisco. Estas leyendas que podemos leer en Plutarco, Romulo, 2 ,justificarían la presencia de un falo en el templo de Vesta.

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Las Vestales, que custodiaban el fuego sagrado eran las únicas sacerdotisas de la antigua Roma, elegidas por el Pontífice Máximo entre las más distinguidas familias patricias a la edad de 6 a 10 años. Servían a la diosa durante 30 años, viviendo en la Casa de las Vestales a cargo del erario público, y tras ese tiempo podían volver junto a sus familias o casarse. Participaban en la vida religiosa de la ciudad en distintas fiestas y preparaban la mola salsa, una harina ritual que se empleaba en todos los sacrificios, pues se extendía sobre el animal conducido al sacrificio. De este hecho procede la palabra inmolar y así nos lo explica Servio en Comentarios a la Eneida X, 541:
propiamente se dice que las victimas son inmoladas no cuando son sacrificadas, sino cuando reciben la mola salsa

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Las vestales debían cuidar el fuego de la patria y la permitía que se apagara tenía el castigo de ser azotada o apaleada, ya que si éste se apagaba se producía en la ciudad una gran aflicción, considerando que estaba amenazada por mayores desgracias y no volvía la tranquilidad hasta que se recuperaba el fuego sagrado, bien por el fuego producido por un rayo, o bien por medio de un taladro que giraba rápidamente en el orificio hecho en un trozo de madera, o directamente de los rayos del sol, como nos dice Plutarco, Numa IX:

Si falta, pues, dicen que no debe encenderse de otro fuego, sino hacerse fuego nuevo o reciente, encendiendo al sol una llama pura y no contaminada. Enciéndenlo principalmente con unos vasos hechos con lados iguales y excavados, digámoslo así, en forma de triángulo isósceles, viniendo de la circunferencia a unirse en un centro. Cada uno de estos vasos se pone vuelto al sol, de manera que los rayos que se recogen por todas partes se reúnan y acumulen en el centro, divide el aire, enrareciéndolo, y prontamente por medio de la reflexión enciende las materias ligeras y secas que se le aplican, tomando los rayos en esta disposición un cuerpo inflamado.
Al ser Vesta la representante del fuego, en su templo no había más agua que la necesaria. Cada día las vestales debían acudir al sagrado manantial de Egeria junto a la Porta Capena (al sur de Roma), pues el agua que abastecía a la ciudad no era adecuada para purificar el templo.

Al igual que el agua también era especial la vasija futile en la que se transportaba y que Servio (Ad Aend, XI, 339) describe así:
Es una vasija de boca ancha y base estrecha de que se sirven en las ceremonias religiosas de Vesta porque el agua traída para las ceremonias no se pone en el suelo, si se hace tal cosa es materia de expiación. De ahí procede la invención de esa vasija que no se mantiene de pie y que si se pretende dejar en el suelo en seguida se derrama.

Festo (s.v) nos da la explicación etimológica de este adjetivo al relacionarlo con el verbo fundere, "verter" vasa futilia a fundendo vocata. Se trata de recipientes que dejan escapar el agua, por eso el significado que hoy tiene el adjetivo fútil, para señalar algo que no tiene valor o eficacia.

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Su vestido se compone de la stola (Plin. Ep. IV, 11, 19), con un vestido corto de lino, carbasus (Val. Max. I, 1, 7 ; Prop. IV, 11, 54), puesto por encima como indumentum (Dionys. II, 68). Cuando hacían sacrificios, añadían un amictus formado por una pieza rectangular de tela blanca adornada con un borde, llamada suffibulum, que iba sobre la cabeza y se sujetaba un broche bajo la garganta.
La imagen de la izquiera representa a la vestal Tuccia que para probar su castidad lleva agua en un cesta desde el rio Tiber hasta el templo de la diosa Vesta. (Val. Max. VIII, 1, 5) ; podemos ver la stola, el carbasus o vestido de lino hasta la rodilla, y el suffibulum, un trozo cogido con la mano izquierda, y el otro cuelga por detrás del hombro derecho.
Los cabellos, bajo este tejido, estaban recogidos con un peinado como el de las novias, seis trenzas paralelas sobre la frente y alrededor de la cabeza, sujetos por la infula, anudada con una cinta vitta.

La infula que llevaban sacerdotes y vestales sobre la cabeza y que se usaba también para adornar los templos y los altares con ocasión de una fiesta evidenciaba el carácter de consagración a la divinidad y de la inviolabilidad religiosa de quien la llevaba.
La infula es según nos escribe Servio en Aend X 538: fascia in modum diadematis a qua vittae ab utraque parte dependent, quae plerumque lata est, plerumque tortilis de albo et cocco

Es una especie de diadema formada por tiras de lana blanca y roja anudadas a intervalos regulares para formar una trenza larga. Esta diadema se divide en seis tiras paralelas, con la forma de trenzas artificiales y colocadas como en estas imágenes de cabezas de vestales con y sin el velo, en las que se distingue los cordones o vittae que cuelgan por detrás de las orejas.